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¿Calidad o cantidad? La importancia de una buena ecografía

¿Podemos detectarlo todo antes de nacer? El mes pasado hablábamos de la detección prenatal de anomalías de tipo genético, siendo la más conocida la trisomía del 21 o síndrome de Down. Este tipo de anomalías son motivo de preocupación para muchas familias, y es difícil hoy en día encontrar a una futura mamá que desconozca este problema. No obstante, lo que poca gente sabe es que anomalías como el síndrome de Down son realmente minoritarias en comparación con ciertas malformaciones fetales, que se presentan con una frecuencia diez veces más elevada.

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En otros términos, 20 de cada 1000 fetos presentan malformaciones, no siempre mortales, por lo que estamos ante una cifra nada despreciable y más si tenemos en cuenta que, a diferencia de las anomalías genéticas, la detección de estas malformaciones puede tener un impacto mayúsculo en el pronóstico y calidad de vida del futuro bebé. Está demostrado que nacer en un entorno preparado para recibir un determinado problema amplía las posibilidades de tratamiento y mejora del bebé, por lo que la detección de estas malformaciones debería ser motivo de preocupación principal de futuros padres.

¿Cómo detectar estas anomalías? Mediante ecografía, concretamente la ecografía de la semana 20, también conocida como ecografía del segundo trimestre o ecografía morfológica. Esta ecografía representa, probablemente, la exploración más importante en la vida de cualquiera dada su profundidad, ya que en ella se observa y registra información sobre más de 300 puntos de normalidad. Por ello, este procedimiento es a la vez uno de los más complicados a nivel técnico: tenemos muchísimas cosas a comprobar en un tiempo limitado, con un paciente que no deja de moverse y que no siempre se ve igual de bien –ciertas condiciones, referentes a la madre, la postura del bebé, o la posición de placenta, entre otras, dificultan la visualización del feto–.

La ecografía morfológica debería tener una tasa de detección de malformaciones del 85-90%, pero la realidad demuestra que esto no siempre es así. Mientras que centros de detección de excelencia como el Centro de Medicina Fetal, en Barcelona, tienen tasas de detección del 90%, estadísticas a nivel nacional y europeo demuestran que, para ciertas malformaciones, la detección a nivel general llega por debajo del 50%.

¿Por qué existen estas diferencias? Sin duda, por la falta de estándares de calidad aplicados sistemáticamente. La aplicación de protocolos de trabajo en la realización de la ecografía morfológica y la calidad en la formación del personal que la realiza mejora el rendimiento de la misma de forma destacable. Hemos mejorado en los últimos años, pero nos falta implementar estándares comunes y despertar la preocupación de los padres respecto a la calidad de las exploraciones. A veces se cree erróneamente que las recientes ecografías 3D-4D son la más útiles para detectar malformaciones en el feto, cuando su capacidad de detección es mucho más baja. Este tipo de ecografías presentan un importante interés emotivo que no debe ser despreciado, pero no dejan de ser un procedimiento extra que no puede sustituir o compararse con la ecografía morfológica.

En conclusión, la realización de ecografías debería ser tomada por los padres como una cuestión de calidad, no de cantidad. La detección de malformaciones fetales en manos de un experto es de más del 90%, y puede suponer grandes cambios en la calidad de vida del futuro bebé, por lo que ciertamente vale la pena invertir en ella.

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