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Acunar al bebé, el mejor remedio para calmarlo

Cuando un bebé llora no hay nada mejor que los brazos de su madre para consolarlo, sobre todo si ésta le acuna mientras camina. Y no es un capricho del bebé, ni tampoco que en pocos días ya haya aprendido a exigir a conciencia. Sino que se trata de una necesidad fisiológica, un mecanismo de defensa propio de los mamíferos. Así lo defiende un estudio japonés que, por primera vez, indaga en las razones por las que el gesto innato de coger a un bebé en brazos puede calmarle el llanto y descubre que, más allá de la relación afectiva, existe una explicación científica basada en un mecanismo fisiológico.

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Los brazos de la madre traquilizan al bebé

Los efectos son inmediatos. "Se reduce la actividad del sistema nervioso y la del motor. La frecuencia cardiaca disminuye" y el bebé se tranquiliza. Así lo observaron los autores de la investigación de Riken Brain Institute (Saitama, Japón), después de examinar a 12 niños sanos entre uno y seis meses de vida. "Grabamos su ritmo cardiaco cuando se les tumbaba en la cuna y mientras la madre les llevaba en brazos, sentada o caminando".

El electrocardiograma desveló claras diferencias. Entre la cuna y el calor de los brazos, mejor esta segunda opción. Y entre el calor de su madre sentada o caminando, los pequeños prefieren el movimiento. Cuando su progenitora se sentaba con el niño en brazos, su ritmo cardiaco se aceleraba, lloraba y no paraba de moverse. En cuanto se levantaba y se trasladaba, sus constantes descendían inmediatamente y el bebé se mostraba más tranquilo. Sin embargo, al sentarse de nuevo, el recién nacido volvía a quejarse.

Un mecanismo de defensa propio de los mamíferos

Como explicaron los investigadores en su artículo, publicado en la revista Current Biology, también desarrollaron este experimento con crías de ratón durante sus primeras semanas de vida. El efecto calmante de los brazos maternos en movimiento era el mismo. Dejaron de llorar y se mostraron más relajadas. Al igual que otras especies como los gatos y los leones, las crías adoptaban la postura fetal, flexionando las piernas.

Los investigadores apuntan a un sentido del tacto y de la 'propiopercepción', un término que alude a la capacidad de reaccionar cuando la madre toca al bebé e incluso cuando notan los movimientos corporales de su progenitora.

Fuente: Riken Brain Institute

 

 

 

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