La inducción al parto: verdades y mentiras

En la recta final del embarazo, a 1 de cada 5 mujeres se le recomienda una inducción al parto. Este procedimiento médico tan común permite desencadenar el parto. Pero, ¿cuándo es necesario?, ¿duele más?, ¿hay más riesgo de cesárea? Sobre él corren muchos mitos y prejuicios. Elisa Llurba, responsable de Obstetricia y Ginecología del Hospital de Sant Pau de Barcelona, nos explica qué hay de cierto.

La inducción al parto es un procedimiento obstétrico muy frecuente que permite avanzar el parto al provocar modificaciones del cuello del útero –lo que conocemos como maduración cervical– y el inicio de las contracciones. En España, a 1 de cada 5 embarazadas se le recomienda la inducción.

Los sentimientos de las mujeres cuando se les informa de que es necesario realizar una inducción al parto son a menudo de miedo y desconfianza. Miedo a que este procedimiento implique más riesgo de acabar en una cesárea. Desconfianza hacia los profesionales, pensando que se hace para que el parto se produzca en el momento más adecuado para la comodidad de los turnos de trabajo. Para romper estos mitos es importante, primero, entender el por qué en algunos casos es necesario inducir el parto, y, en segundo lugar, saber cómo se realiza y los resultados de este procedimiento.

¿La decisión de inducir el parto está sujeta a la comodidad del médico?

No. La gestación es una situación única en la salud humana, ya que dos personas (madre y feto) dependen una de la otra, y a veces lo que es más beneficioso para una no lo es tanto para la otra. En obstetricia, nos encontramos siempre con el dilema de proteger al máximo la salud de las dos personas, madre e hijo. Cuando los riesgos de continuar el embarazo superan los beneficios para uno de los dos, se decide provocar el parto.

¿Hay situaciones en las que inducir el parto es la única alternativa?

Sí, hay causas que hacen necesaria la inducción del parto una vez alcanzado el término de la gestación, es decir, más allá de las 37 semanas, son, por este orden:

  • Ruptura de membranas antes del parto. Este es el motivo del 50% de las inducciones, ya que a partir de la rotura de la bolsa amniótica, aumenta el riesgo de infección. Normalmente se tiende a realizar una conducta expectante las primeras 12 horas, si pasado este tiempo no se ha iniciado el proceso del parto, se recomienda iniciar la inducción. Se ha demostrado que de esta forma se reduce el riesgo de infección del bebé y es menor la tasa de ingresos en la UCI neonatal (1).
  • Gestación prolongada: a partir de las 41 semanas de gestación empieza a aumentar el riesgo de complicaciones de la madre y del bebé. En algunas circunstancias este riesgo aumenta antes, como cuando la madre tiene más 40 años y/u obesidad. En estos casos la inducción da lugar a menos muertes fetales, menos ingresos a la unidad de neonatología y menos riesgo de cesárea (2).
  • Complicaciones de la mamá y/o el bebé: como alteraciones del crecimiento del bebé, hipertensión o preeclampsia. Son situaciones que presentan mayor susceptibilidad a sufrimiento fetal y riesgo de complicaciones durante y después del parto. En estos casos se ha demostrado que la inducción disminuye el riesgo de problemas para la madre y el bebé.

¿La inducción del parto tiene efectos secundarios?

No, de hecho en los últimos años ha habido cambios que hacen más fácil este proceso. Hoy en día tenemos dos métodos de inducción:

  • Farmacológicos: mediante la colocación vaginal de prostaglandinas, que es la que se libera de forma natural antes del inicio del parto. Este método se utiliza preferentemente si se ha producido una rotura de membranas.
  • Mecánicos: mediante la colocación de una sonda en el cuello del útero que se hincha como un globito actuando mediante la separación de membranas amnióticas y provocando de forma natural la liberación de las prostaglandinas. Este método se utiliza en los casos que no se ha producido rotura de membranas y está especialmente indicado para aquellos con mayor riesgo de sufrimiento fetal; ya que se ha visto que permite una evolución más progresiva del proceso de inducción comparado con los métodos farmacológicos.

¿Un parto inducido duele más y es más largo que cuando se desencadena de forma espontánea?

Tanto si se induce el parto farmacológicamente o por métodos mecánicos, el proceso dura unas 12 horas, y el parto suele acontecer a las 24 horas de media tras el inicio del proceso. En estas 12 horas, es posible moverse, comer, estar con la familia, utilizar el lavabo y la ducha. De hecho es lo mismo que haría en casa si se estuviera poniendo de parto –lo que conocemos como pródromos de parto o preparto– pero en un hospital, para poder supervisar el bienestar de madre y bebé. En la mayoría de casos solo es necesario realizar un control de frecuencia fetal de forma intermitente y por tanto, si se inicia por la noche, muchas mujeres consiguen descansar. Así, aunque el proceso es más largo, una vez se inicia el trabajo de parto progresa de forma habitual.

¿Aumenta las probabilidades de cesárea y episotomía? ¿Puede ocurrir que la inducción no funcione?

Una vez el trabajo del parto está instaurado, el parto puede transcurrir de forma natural, sin otra necesidad de intervención, a no ser que haya algún problema para madre o hijo. En un reciente estudio realizado a más de 6.000 mujeres con embarazos de bajo riesgo se comparó los resultados entre aquellas a las que se esperó que iniciaran el parto de forma espontánea, y aquellas a las que se le provocó el parto a las 39 semanas. Las mujeres a las que se las indujo el parto, presentaron menos complicaciones (preeclampsia) y menos porcentaje de cesárea comparadas con las que desencadenaron el parto de forma natural (3). Este estudio demuestra como la inducción en sí no es “peligrosa” sino al contrario: “evita” complicaciones.

Hasta aquí hemos conseguido romper algunos de los prejuicios a la inducción, ¿verdad? Pero aún hay quien querrá saber qué probabilidades hay de que sea un parto vaginal, de que todo sea “normal”. En mujeres sin cesárea anterior, con el balón de inducción, la tasa global de parto vaginal es del 79%, y en aquellos casos que el motivo de la inducción fue la gestación cronológicamente prolongada, del 85%. Por tanto, la tasa de cesáreas en caso de inducción se sitúa entre un 19 y un 15% respectivamente, es decir, igual a la que tienen las mujeres que inician el parto de forma natural.

En definitiva, la inducción al parto es un método utilizado para empezar el parto que permite evitar complicaciones de la mamá o del bebé. Con los métodos actuales, es posible conseguir una mínima intervención y unos resultados equiparables a un parto no inducido. Aún así, cada caso siempre debe personalizarse y la decisión del profesional debe ser compartida con los padres. Solo con decisiones compartidas avanzamos hacia un entorno de confianza y de seguridad para que los padres se sientan en buenas manos.

Fuentes:

(1) Planned early birth versus expectant management (waiting) for prelabour rupture of membranes at term (37 weeks or more). Middleton P, Shepherd E, Flenady V, McBain RD, Crowther CA. Cochrane Database of Systematic Reviews 2017.

(2) Induction of labour for improving birth outcomes for women at or beyond term. Middleton P, Shepherd E, Crowther CA. Cochrane Database of Systematic Reviews 2018.

(3) Labor Induction versus Expectant Management in Low-Risk Nulliparous Women. George R. Saade, M.D. et al. The New England Journal of Medicine. Agosto, 2018.

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