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La intervención preventiva, clave en el retraso de crecimiento intrauterino

Todo el mundo entiende la importancia de que un niño crezca bien y se preocuparía si su hijo no pudiera desarrollarse adecuadamente. Pero la mayoría de las personas desconocen que uno de cada diez niños no creció de forma adecuada antes de nacer, es decir, durante el embarazo, lo que puede tener consecuencias importantes.

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La placenta, esencial para el desarrollo del feto

El retraso de crecimiento intrauterino (CIR) o fetal, se produce cuando un feto no puede crecer todo lo que necesitaría porque no recibe todo el alimento y/o oxígeno que debería. En la mayoría de casos, esto se debe a un mal funcionamiento de la placenta. La placenta es un órgano que el bebé utiliza para obtener todo el alimento que necesita de la madre y al que se conecta mediante el cordón umbilical. Se podría comparar a un radiador: la sangre del bebé es enviada a la placenta, fluye a través de ella recogiendo nutrientes y vuelve al feto, que de esta forma obtiene alimentos y oxígeno. En una proporción de embarazos la placenta no se desarrolla correctamente y no tiene las dimensiones suficientes como para nutrir al bebé de la forma necesaria. Siguiendo con el símil del radiador, cuando existe retraso de crecimiento es como si parte de las cañerías estuviera obstruida, por lo que no puede circular la misma cantidad de fluido.

Esto hace que en un momento dado el bebé no obtenga todo lo que necesita, y como en cualquier otro ser vivo en la misma situación, su crecimiento se ve afectado. Uno de cada diez casos de CIR es grave, aparece muy pronto en el embarazo y puede llegar a ser fatal para el feto. Afortunadamente, estos casos representan una pequeña fracción del total, y la gran mayoría de veces hablamos de CIR leve o moderado. Este aparece más tarde en el embarazo y permite llevarlo a término en la mayoría de casos. Sin embargo, detectar el problema es fundamental para evitar complicaciones durante el parto, ya que la restricción de oxígeno puede dificultar la tolerancia del bebé a las contracciones.

Adaptarse para sobrevivir

Durante muchos años, se pensó que el CIR leve o moderado tenía pocas consecuencias a largo plazo. Creíamos que la plasticidad del cerebro permitía al bebé recuperarse de la restricción pasado el nacimiento. Hoy en día sabemos que no es así; haber estado expuesto a restricciones de alimento y/o oxígeno durante el embarazo tiene un claro impacto en el desarrollo. El feto debe adaptarse a esta situación modificando el desarrollo de sus órganos. La vida fetal es un momento de crucial importancia, ya que durante este período se da lo que llamamos programación, es decir, es el momento en que los genes determinan la forma en que nuestros diferentes órganos van a funcionar en función del ambiente que encuentran. La falta temporal de nutrientes afecta a esta programación, ya que nuestros genes desconocen la duración de esta restricción. Por tanto, se “programan” para funcionar como si la situación fuera permanente, “asumen” que esa es la cantidad de nutrientes y oxígeno con la que tendrán que funcionar, y se adaptan a ello para permitir la supervivencia. Pero esto tiene un precio, la adaptación permite sobrevivir pero no siempre nos hace mejores.

Múltiples consecuencias

En definitiva, el embarazo representa el periodo de creación de un ser humano, por lo que lógicamente es un momento muy delicado, y cualquier alteración, especialmente la falta de alimento y oxígeno, puede tener serias consecuencias. En ese sentido hay tres ejemplos claros de las consecuencias del retraso de crecimiento fetal. En el caso del cerebro, se priorizan las zonas responsables de funciones más básicas, relacionadas con la supervivencia, por encima de las superiores, más relacionadas con la inteligencia. Esto explica el incremento de trastornos del desarrollo neurológico en los niños. Por otro lado, el corazón también se adapta dilatándose más con tal de bombear más sangre con menos energía. Esto tiene como consecuencia el deterioro de las arterias y un mayor riesgo de hipertensión y otros problemas cardiovasculares en la vida adulta. Finalmente, la restricción de alimentos fuerza al sistema a acostumbrarse a gestionar una menor cantidad de alimento; después del nacimiento, la adquisición de nutrientes se normaliza pero el cuerpo no está preparado para tolerarla, lo que puede provocar trastornos metabólicos como diabetes o obesidad.

La importancia de la investigación

Nuestro grupo de investigación de Barcelona ha contribuido ampliamente a la reivindicación de la importancia de este retraso de crecimiento fetal mediante varios estudios, sentando las bases de un nuevo campo dentro de la medicina preventiva. Estos hallazgos podrían ser susceptibles de generar un cierto alarmismo, pero sin embargo deberían ser considerados como una gran oportunidad. Así pues, hay que entender la importancia de esta situación, no tan solo a nivel diagnóstico, sino como punto de partida para establecer soluciones. Cada vez se habla más del envejecimiento saludable, queremos vivir más y mejor, y cada vez somos más conscientes que la salud empieza a programarse durante la vida intrauterina, que en definitiva es una de las fases más importante de nuestra existencia.

La identificación de problemas en la etapa fetal nos abre pues una ventana de oportunidad: sabemos mucho más acerca de lo que pasa que sobre cómo arreglarlo. Pero avanzamos día a día. Sabemos que la programación no se acaba con la vida fetal, si no que continúa durante años, especialmente los dos primeros años de vida. Por tanto, podemos aprovechar este período, esta “ventana de oportunidad”, para intervenir y mejorar los problemas que se produjeron en vida fetal. Como ejemplo, un estudio de nuestro grupo ha demostrado que la introducción de ácidos grasos poliinsaturados en la dieta de niños en riesgo mejora muchísimo su presión arterial a los cinco años. Esto ilustra muy bien la capacidad que tiene la medicina fetal de avanzar hacia la medicina personalizada que queremos en el futuro: identificar un problema antes de que sea relevante, y tratarlo a tiempo para evitar que crezca o incluso hacerlo desaparecer.

Apostando por la medicina preventiva

En resumen, el retraso de crecimiento intrauterino debe considerarse como problema, pero afortunadamente puede ser un problema leve si se detecta a tiempo. Pequeñas intervenciones en el momento oportuno pueden minimizar sus efectos. Es por tanto realmente importante detectarlo. La utilización correcta de la ecografía y pequeñas acciones como el control de los movimientos fetales en el tercer trimestre, permiten detectar gran parte de los casos. Esto nos va a permitir aprovechar la ventana de oportunidad que la etapa de programación nos ofrece, con nuevas soluciones que van a revolucionar la forma de entender la medicina preventiva en los próximos años.

Por Eduard Gratacós

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9 meses