Infecciones: ¿y si me detectan toxoplasmosis?
La toxoplasmosis es una infección causada por un parásito llamado Toxoplasma gondii y que se transmite por comer carne infectada cruda o poco cocinada, tomar agua, frutas o vegetales frescos contaminados o tocar tierra contaminada o arena de la caja de un gato con el parásito.
Esta infección suele ser leve fuera del embarazo pero durante el embarazo, dado que puede infectar la placenta y el feto, puede llegar a ser una infección potencialmente grave para el bebé.
No siempre que se detecta una infección por toxoplasmosis durante el embarazo ésta se transmitirá al bebé. De hecho, la probabilidad de transmisión aumenta a medida que transcurre el embarazo (5% menos de 12 semanas, 15% de 12 a 16 semanas, 25% de 17 a 23 semanas y 60% a partir de 24 semanas), pero la afectación fetal es más frecuente en las primeras etapas de la gestación siendo menos frecuente a medida que avanza el embarazo (60% de afectación del bebé por debajo de las 16 semanas; 25 % entre las 17 y las 23 semanas y 15% a partir de las 24 semanas).
Ante la sospecha de infección materna por toxoplasma, se recomienda la realización de una amniocentesis para determinar si existe infección fetal. En cualquier caso, se iniciará un tratamiento antibiótico para reducir el riesgo de transmisión de la enfermedad al bebé y se realizará un control ecográfico más seguido para detectar posibles marcadores de infección fetal.
Las consecuencias para el bebé si ha contraído la infección pueden ser desde leves a graves; si bien los casos más severos son poco frecuentes pueden existir problemas estructurales cerebrales, retraso mental, trastornos motrices, parálisis cerebral y convulsiones. También puede existir afectación ocular llegando a producir ceguera en los casos más graves.