Estrés y embarazo: una mala combinación
Según un estudio reciente, las mujeres con alto nivel de estrés tardan un 29% más de tiempo en quedarse embarazadas, y su riesgo de infertilidad se duplica. No es la primera noticia sobre el tema, lo que pone en evidencia que el estrés es una situación de desviación de la normalidad, una aceleración del ritmo de vida con efectos sobre la fertilidad, el desarrollo del embarazo y la salud posnatal de los bebés.
¿Estrés vital o emocional?
Cuando hablamos de estrés a nivel médico, distinguimos entre dos tipos: el estrés vital, y el estrés emocional. El estrés vital seria el derivado de un estilo de vida acelerado, es decir, las prisas, el llegar tarde, el tener siempre trabajo pendiente… Todos ellos factores estresantes, sin duda, pero que en el momento que desaparezcan se llevarán el estrés con ellos. El estrés emocional, en cambio, es intrínseco a la persona y se vincula frecuentemente a unos niveles de ansiedad elevados. La ansiedad, síntoma habitual del embarazo en mayor o menor grado, se define como aquella sensación de peligro inminente que aparece durante una situación en que no hay peligro alguno. Muchos estudios mezclan ambos tipos de estrés, pero los más correctos cíentificamente los intentan separar.
Efectos del estrés en la fertilidad
Como concepto general, queda claro que el estrés, sea vital o emocional, tiene efectos sobre todas las etapas del proceso reproductivo. A nivel de concepción y fertilidad, las consecuencias del estrés se observan tanto en el hombre como en la mujer, dado que este influye en varios factores clave para posibilitar el embarazo: en las mujeres, el estrés puede alterar la regularidad de los ciclos de ovulación; en el caso de los hombres, está demostrado que el estrés influye en la calidad y mobilidad del semen. En ambos casos, un ritmo de vida estresante puede tener efectos en la predisposición de la pareja a mantener relaciones sexuales, afectando al deseo, la lubrificación, etc.
Por otro lado, no podemos olvidar el estrés emocional derivado del círculo vicioso en que puede convertirse la infertilidad: cuando no se alcanza el embarazo se genera un estado de ansiedad que puede disminuir las probabilidades de conseguirlo. Evidentemente, no todos los casos de infertilidad se explican así, pero existe un número no despreciable de parejas que, una vez han adoptado o concebido mediante reproducción asistida a un niño o niña, consiguen un embarazo de forma natural, lo que se explicaría por la disminución de los niveles de estrés.
El estrés durante la gestación: prematuridad y retraso de crecimiento
Durante el embarazo, existe la percepción –tanto desde el punto de vista médico como social– de que el estrés influencia el desarrollo y resultados del embarazo. Es muy complicado estudiar la validez de estas afirmaciones, ya que entran muchos factores contextuales en juego: la situación socioeconómica, la nutrición, etc. En cualquier caso, la mayoría de estudios sobre el tema destacan el efecto que el estrés vital –a diferencia del período de concepción, en que el peso de cada tipo de estrés sería más bien mixto– tiene en el embarazo: existe un aumento muy discreto de partos prematuros, y de casos de retraso de crecimiento fetal en aquellas mujeres con un ritmo de vida más estresante.
Se desconoce aún el mecanismo por el cual esto sucede, pero se supone que es debido a que el estrés provoca una interferencia general con los mecanismos que aseguran un correcto desarrollo del embarazo. De todas maneras, hay que entender estas situaciones como una suma de factores, en la que el estrés puede acentuar una predisposición previa o desencadenarla, pero nunca ser el único responsable, excepto en casos muy extremos.
Los efectos del estrés en la salud posnatal del bebé
También se ha determinado una relación entre el estrés durante el embarazo y la salud posnatal del bebé; los niños nacidos de madres con altos niveles de estrés durante el embarazo –muchas veces prematuros o con retraso de crecimiento– tienden a presentar más problemas de salud; falta establecer si, en los casos de niños fruto de embarazos normales, estos efectos observados derivan del estrés en el embarazo o de un ritmo de vida más acelerado de los progenitores.
La adaptación, clave en el embarazo
Por ello, la recomendación es clara: el embarazo es una etapa vital especial, durante la que se puede mantener cierta actividad diaria e incluso es recomendable realizar algún tipo de ejercicio, pero en ningún caso es bueno mantener un ritmo de vida estresante que pueda afectar tanto física como psicológicamente a la madre. Es importante saber adaptarse para poder vivir este periodo único de forma relajada y saludable.
Por Eduard Gratacós
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