Ejercicio en el embarazo, ¿en qué medida?
Hace unos meses, estas fotos de una mujer levantado pesas en su octavo mes de embarazo levantaron gran revuelo en los medios. Es bien sabido que a todas las embarazadas se les recomienda un mínimo de actividad física –sus beneficios son claros: se gastan calorías y se mantiene el tono muscular–, pero ¿dónde está el límite? Como en todo, el sentido común es clave.
En una gestación de curso normal, la realización de ejercicio físico moderado es más que recomendable para la madre y para el feto. Durante el embarazo, el cuerpo de la mujer se ve sometido a numerosos cambios: se gana peso, por lo que esqueleto y músculos deben soportar mucha más tensión, y es frecuente padecer dolores musculares, de espalda, hormigueos, fatiga, etc.
En este contexto, los beneficios de la actividad física son claros: se gastan calorías, y se mantiene el tono muscular. Por ello, la embarazada no solo puede sino que debe realizar ejercicio durante el embarazo, a no ser que haya una contraindicación médica.
Pero, ¿qué tipo de ejercicio?
La elección del tipo de ejercicio es la duda más frecuente en este caso. En inatal disponemos de una detallada sección dedicada al ejercicio y actividad física durante el embarazo, pero ante todo hay una serie de recomendaciones básicas:
• No empezar una actividad física o deportiva que no se haya hecho anteriormente. El embarazo no es la época más recomendada para empezar con el running, el excursionismo… por mucho que esté de moda, ya que el cuerpo no está preparado para el esfuerzo que pueda suponer. Obviamente, los ejercicios de muy poca intensidad, como natación suave o caminar, sí podrían iniciarse durante el embarazo y mantenerse a lo largo del mismo.
• Los deportes de contacto quedan totalmente excluidos, por razones obvias, así como toda actividad física extenuante o que implique el uso de grandes cantidades de fuerza. Esto se explica tanto por el desgaste físico como por los requerimientos nutricionales; las necesidades de glucosa durante la práctica de este tipo de ejercicios llegan a niveles muy elevados, lo que puede desajustar el metabolismo de la embarazada.
• Los deportes de desgaste físico moderado y con un riesgo muy bajo de traumatismo, como el tenis, por ejemplo, se pueden practicar durante los primeros meses de embarazo, pero son menos recomendables hacia el final de la gestación. Si se trata de actividades que ya se realizaban con anterioridad, no hay problema para continuarlas, pero siempre con moderación y evitando el cansancio excesivo. Existen complementos, como fajas, o ropa adaptada, que pueden mejorar el confort de la embarazada al realizar ejercicio.
• Caminar siempre está recomendado, así como practicar ejercicios suaves tipo yoga o estiramientos, aunque es preferible que estén dirigidos por profesionales con experiencia con embarazadas.
• Se puede ir al gimnasio a realizar ejercicios suaves de mantenimiento del tono muscular (nunca de desarrollo muscular) siempre supervisados por un profesional.
Ejercicio físico sí, pero con sentido común
En cualquier caso, queda claro que ejemplos como el que comentábamos al principio de este post pueden ser nocivos, porque dan una idea poco cierta. De la misma manera que se puede ir en moto sin casco y que no pase nada, aunque sea muy peligroso, es posible que el embarazo de esta mujer no tuviera complicaciones, pero esto no asegura que sus prácticas deportivas no puedan suponer algún riesgo. Lo cierto es que estudios científicos recientes sugieren que las deportistas de élite podrían seguir entrenando a ritmos elevados al menos durante una parte del embarazo. Pero tengamos en cuenta que suelen ser estudios con números pequeños de casos, que con frecuencia mezclan diversos deportes, y que no pueden descartar la incidencia de complicaciones poco frecuentes.
En conclusión, la práctica frecuente de ejercicio leve o moderado durante el embarazo tiene efectos beneficiosos tanto a nivel físico (mantenimiento del tono muscular, disminución de molestias típicas del embarazo, control del peso) como mental (incremento de la autoestima, sensación de bienestar). Por ello, la recomendación es clara: ejercicio sí, pero con sentido común.
Por Eduard Gratacós