Alteraciones en la cantidad del líquido amniótico
Cuando la cantidad de líquido amniótico no es la normal, sea por déficit (oligohidramnios) o por exceso (polihidramnios), la embarazada requiere controles adicionales. Pero, ¿a qué se deben estas alteraciones y cómo deben tratarse?
La disminución de líquido amniótico (oligohidramnios) se puede deber a diferentes causas; las de origen fetal pueden ser por ruptura prematura de las membranas amnióticas, crecimiento restringido, gestación prolongada más allá de las 41 semanas, infección fetal por citomegalovirus, obstrucción del tracto urinario, o problemas en los riñones del feto. De las causas maternas, la toma de medicación como antiinflamatorios o ciertos fármacos para la tensión pueden ser causa de disminución de líquido.
En función de la causa, las semanas de embarazo en la que se detecte esta complicación y de la cantidad de líquido amniótico del que disponga el feto el pronóstico varía ampliamente. En los casos de detección de esta patología el médico de referencia indicará una serie de estudios para conocer la causa y realizar un seguimiento más exhaustivo de la gestación.
El aumento de líquido amniótico (polihidramnios) tiene diferentes causas aunque en más de la mitad de los casos es desconocida. El 40% restante puede tener como origen múltiples causas fetales (por ejemplo, alteraciones gastrointestinales, infecciones fetales, alteraciones cromosómicas), causas maternas como el mal control en la diabetes y la isoinmunización Rh y ciertas anomalías a nivel de la placenta. El pronóstico de esta entidad está relacionado directamente con la causa que la produce, por lo que en caso de detección de polihidramnios, el médico indicará los exámenes a realizar y los controles que deberá seguir.
Retraso del crecimiento fetal
El retraso de crecimiento se produce cuando el crecimiento del feto está por debajo de lo que le correspondería por las semanas de gestación. Esto ocurre habitualmente a partir del tercer trimestre, aunque en los casos más severos puede detectarse a partir de las 24 semanas.
Hay que tener en cuenta que en algunos casos este hecho no traduce ninguna patología; simplemente son fetos constitucionalmente más pequeños. En cambio, existen otros casos en los que sí existe algún problema que impide crecer al feto correctamente y puede llegar a ser una situación grave para el bebé. Algunos factores de riesgo para que el bebé crezca a un ritmo menor al habitual son de origen materno como desnutrición, enfermedades crónicas, hipertensión arterial o consumo de drogas, alcohol o tabaco. También existen problemas relacionados con la placenta o con el embarazo como pueden ser un flujo placentario inapropiado, infecciones placentarias, anomalías cromosómicas o malformaciones congénitas. En edades maternas por debajo de los 17 años o por encima de los 35 años existe un mayor riesgo de retraso de crecimiento.
En los casos en los que se detecta este problema, el médico de referencia establecerá unos controles estrictos del embarazo con un control ecográfico más frecuente, controlando también tanto la circulación del bebé como la de la madre.
En los casos más severos, puede ser una causa de finalización prematura del embarazo.